lunes, 11 de abril de 2016
"EL RELOJ DEL GATO MARCA LA HORA DE OVIEDO
EL RELOJ DEL GATO NEGRO MARCA LA HORA DE OVIEDO.
El viejo reloj sigue marcando la hora de la vieja ciudad. El Gato Negro un bar de culto sigue ahí pese a los avatares de la vida.
Un siglo pasas pronto.El viejo bar del Gato Negro hoy afamado restaurante que casi cumple ese tiempo, marca el ritmo de la ciudad vieja en un ambiente de menestrales-gentes de a pie-que contribuyeron a darle realce a un lugar por donde parece no haber pasado el tiempo, donde perviven aun estas viejas costumbres.
Pronto por tanto va hacer un siglo que el viejo reloj de La Suiza marca la hora de los ovetenses.La de aquellos pioneros comerciantes y carreros que sacudían el peso de la mañana en el mercado con olor a pescado fresco mientras despejaban el gaznate con un trago de anís, un orujo y una sopa de ajo.
Ellos conocen lo que un día fue una corrala de mercaderes y tenderos y lo reviven a diario en El Gato Negro. Un Bar restaurante de culto.
El viejo "Gato Negro" sigue ahí, marcando el devenir de las horas perdidas de otro tiempo.El que un día fue centro para la conspiración contra la dictadura del general Franco. Por su mostrador surgieron leyendas de hazañas de antiguos milicianos que superaban los duros días del asedio de la ciudad cuando la revolución de octubre,el año 34.
Cuentan los más veteranos de este bar anécdotas que es defícil resumirlas en un articulo. Con ellas se podía llenar una enciclopedia.Más ahí sigue marcando el pulso al mercado de abastos en esta ciudad noble y también benemérita. Por sus callejas de polvo y regodones pasó la guerra de antaño, próxima al Fontan deambulaban los veteranos mercaderes,los mismos que hoy siguen allí en los Trascorrales, donde fue la lonja de pescados más importante de la ciudad.
Los domingos se preparan las mesas de lo que será una jornada de primavera. Las viejas lecheras siguen ahí inmortalizadas por la iniciativa del ayuntamiento.
Otras juventud la que ahora recrea las mañanas del "finde" ha tomado como propios esos lugares que antaño ocupaban sus padres y abuelos. Ya no quedan La Perla, El Manatial y otros emblemáticos chigres de porrón abierto- a la catalana- pero hoy se sirven otros platos en sitios de culto que llevan nombres muy asturianos como el Raitan.
En los años 60 "El gato negro" fue lugar de recalada y culto para el "rojerío"antes de que abrieran sus puertas los bares de copas en ese barrio que hoy revive antiguas leyendas. El Cechini, después el Tigre Juan; en fin, bares y más bares que hoy ha hecho suyos la juventud y presidiendo el barrio siempre: "El Gato Negro". Aquellos cafes donde surgía rápida una copla un cantarín y una guitarra. Transcurrían los años 60, cuando
la "nueva guardia" tomó las calles de esta parte de la ciudad proxima a al ayuntamiento.
Un lugar hecho de poesía y misterio donde la menestralía daba paso a la imaginación en torno a un porrón de vino. Propio de Edgar Allan Poe.
Hoy por sus calles y plazas que llevan nombres que son fechas, vagan los mismos que otrora vestían trenkas y prendas de tergal acompañados de aquellas chicas de la primera minifalda hoy madres y abuelas de esta generación de universitari@s.Que pronto ha pasado el tempo por las agujas del viejo reloj de La Suiza.
Por los fogones del Gato Negro parece no haber pasado el tiempo. En la barra aun se destilan las mejores parrochas, el bacalao al pi pil y las tortillas de merluza y gambas rebozadas. Y los garbanzos que otrora fueran el menú de los pobres hoy forman parte de la carta como plato de alto standing. Más el viejo reloj ahí sigue marcando la hora de la ciudad.
Hoy los más jóvenes han hecho suyo ese espacio del rincón donde una calle lleva el nombre de "los huevos" y los Trascorrales. El Raitán.
Aquellos proletarios de entonces, mercaderes mesetarios han sido suplimentados por otros lugares donde se ha perdido el olor a cacahuet turrado de Casa "el maricu" vestigios de un tempo que sigue marcado el viejo reloj del "Gato Negro". Esa vestimenta ha sido suplida por los lodens,ese neologismo que invade la fría noche de la ciudad.
Hasta aquí han llegado en busca de fama y gloria los últimos mineros surgidos de la crisis del sector para compensar estas carencias en sus pueblos de las cuencas.Ahora que el lumpen ha hecho suyo ese espacio donde sigue oliendo a calamares fritos, de potera, pero menos y las compuestas han sido sustituídas por "el botellón"´de fin de semana que los más jóvenes adquiren en los garitos del entorno.
Los platos y el viejo reloj dejan huella imperecedera en este local de culto en la ciudad Vetusta
Solo el reloj del Gato Negro, cual bolero famoso, sigue marcando la hora,el devenir de esta ciudad de mercaderes donde tantos buscan alojo.
Como dejándome llevar por esta mañana de domingo, me sumerjo en el jolgorio en esa plaza donde figuran en un monolito las viejas lecheras que mercaban lácteos en la prodigiosa Plaza del Paraguas.
Con ellos entretengo la mañana en torno aun buen vaso de vino de la tierra de Leon.
Me satisface y llena de orgullo poder saludar a aquellos amigos de entonces hoy paisanos que hoy peinan canas, de amplios mostachos recostados en el mostrador del negocio. Por ahí anda aun vivo y coleando con su sempiterno pitillo entre los labios Pepe el Catedralu y su panda. Este ya pasa de los 90.
En el recuerdo aquellos bocoys y pellejos en los que transportaban hasta Oviedo el vino de la tierra de León.
Más nada de aquello queda a la vista, solo este viejo reloj de madera noble que marca las noches y los días del Barrio Viejo. Sus minutos y horas marcan el tic tac de la vieja Vestusta que inmortalizara Carin en su obra más famosa: La Regenta.
El viejo mercado del Fontan una obra de ingeniería urbana de primer nivel, ofrece los mejores y más frescos productos de la ciudad
Más allá, en el mercado del Fontan muchos pueden recordar otra obra cumbre que evoca la vieja ciudad"Tigre Juan" del escritor local y universal, Pérez de Ayala, otras de nuestras plumas más reconocidas en la literatura española. Mientras seguimos esa viejas rúas donde pusieron su pie la familia de Los Rivero, ahí antes de entroncar con la calle de Uría, donde aun resisten como pueden los viejos edificios algunos de los cueles ya se vienen abajo por la acción del fuego .
Ahí sigue el reloj de La Suiza cuyas campanadas suenan en El Gato Negro, viendo pasar el tiempo.
Mientras el viejo reloj de Casa Suiza que pende de las paredes en el Gato Negro, sigue marcando la hora de Oviedio, acaso la del mundo que camina a otro compás. Tic tac, tic tac,nos acostumbramos de nuevo a la nueva vida, mientras surgen nuevas generaciones. Vetusta resiste el paso del tiempo, los embates diarios como siempre ha sido.Tic tac, tic tac a ritmo de bolero este reloj que marca las horas del amor,de Oviedo.
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Bonito publirreportaje, Velino. Espero que te paguen algo en el gato. Ya te veo que das a la tecla para cconseguir vinillos de rebaja. Ay, las velininas. ¡O tempora, o mores!
ResponderEliminarOtro día sin publicar artículo. Así van decayendo los blogs. Aquí hace falta un editor que meta en cintura al escritor vago y remolón.
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