lunes, 27 de febrero de 2017

Pinceladas de Asturias

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Lápiz de trazo grueso, de Avelino López Díaz

Avelino1Lápiz de trazo grueso “Lápiz de trazo grueso” es el relato de la fascinante historia de un viejo republicano perseguido por los montes de Asturias y Galicia y posteriormente represaliado al ser detenido en una cabaña de estos montes.
Su persecución y posterior detención y presídio son relatados por un miembro del maquis asturiano llamado “Amador el Roxu” quien de forma amena va comentando a un joven de corta edad sus peripecias perseguido por los montes. La acción se sitúa en un taller de carpintería regentado por el veterano guerrillero. El joven va reteniendo en su memoria los retazos del relato para escribirlo en una ocasión posterior. A través de este libro podremos conocer la descarnada historia de aquellos miembros del maquis de la Guerra Civil y posterior postguerra donde figuran los avatares vividos por el colectivo guerrillero.

Avelino"Decidí por tanto escribir este libro porque se lo debía a quienes compartieron conmigo la dura infancia de los niños de la postguerra. Sus juegos y sus esperanzas truncadas por la larga noche del franquismo: Así lo hice desde la vertiente de un periodista, siguiendo el método de las uves dobles donde residen el donde, el cómo, el cuando y el porqué, para darle contenido al relato de un veterano republicano que en aquellos años de guerra y revolución, fue policía, revolucionario y uno más entre los llamados los fugaos del monte.
Los niños de la postguerra española de los que se nutre este relato no se diferencian mucho de los que hoy acampan sin rumbo fijo por los campos de refugiados por las calles sembradas de metralla devastadas por la guerra huyendo de la barbarie de Alepo camino a un mundo incierto para subsistir.
Porque ¿que diferencia hay entre aquellos sucesos ocurridos en la guerra civil en España y los bombardeos de iconos de la cultura vasca, el de Guernika, con los combates que ahora mismo se producen a diario en los pueblos de Siria e Irak? ¿Qué diferencia entre aquella guerra fratricida con lo que acontece hoy en los países árabes?
Así son las guerras civiles de las que siempre salen perdedores los mismos, pobres y desvalidos y donde sacan partido los países ricos y poderosos  para quienes los muertos son solo un número más entre la masa cuando rugen los cañones.
Esta novela de la que soy autor,  pretende hacernos reflexionar sobre el particular, ya que tiene parecidos protagonistas a los que vemos a través de la televisión deambular por ese inframundo que hoy nos toca vivir.
Siendo aún adolescente cuando aún no se había pergeñado este libro tropecé en la calle como por casualidad con dos poetas enormes. Juan Manuel Caballero Bonald y nuestro Ángel González, al que años después pondría música a alguno de sus poemas. Fue en una de esas ferias del libro que se organizaban en el Paseo de los Álamos de esta ciudad. Ángel me dedico un ejemplar de su obra que aún guardo:  “a Avelino con el ofrecimiento de la amistad” y dediqué como ahora mismo hago gran parte de esta vida a componer música, mi otra profesión, a textos de poetas.
Así al regreso de  Paris  nacería el disco “Ni rejas ni fronteras” publicado en el año 1.978 que ya incluía textos de tres de los más importantes poetas de las generaciones del 27 y el 50, donde figuran entre otros los textos de Cesar Vallejo, Gabriel Celaya y Rafael Alberti. Todos ellos por razones obvias muy ligados al fondo de este relato :“ Lápiz de trazo grueso” .
Una tarde en una esquina del viejo bar aquel profesor que fumaba de forma compulsiva cigarrillos liados “caldos” me oyó cantar lo de Vallejo “Me moriré en Paris con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo,” Creo recordar que el veterano profesor Emilio Alarcos se emocionó al oír de mi voz este poema musicado en la juventud de mi vida.
Ya en el relato de este libro se advierte mi dedicación al tema social. Por tanto este libro tiene por protagonistas centrales a un veterano republicano y un niño de corta edad que visitaba al ebanista en su taller  donde el primero que fuera un día  Guardia de Asalto, aquel grupo policial leal a la Republica terminó sus días. Aquel grupo policial al que perteneció nuestro protagonista que años después fuera rehabilitado por el Gobierno democrático de Adolfo Suárez. Ellos defendieron el poder institucional y en algunos casos como me apunta el profesor David Ruiz el patrimonio histórico como en el caso de los tesoros de la Cámara Santa de Oviedo, entre otros baluartes de nuestra cultura.
Eso cuando se apoderó de aquellos jóvenes y sus familias el fervor revolucionario contra quienes les esclavizaban en las minas de carbón por un mísero salario que les llevaba indefectiblemente a la muerte, bien por necesidad o por brotes de silicosis. Ello les llevó, como en el caso de nuestro protagonista “Amado el Roxu”, a formar parte de estos pelotones de trabajadores que un día, acaso cansados de estos atropellos decidieron sitiar la ciudad, símbolo para ellos de la opresión. 
Aquella policía fue reprimida después  por el militar africanista. Más tarde cuando el General Franco se hizo con el poder tras un golpe de Estado perpetrado contra la legalidad republicana tornó de nuevo la venganza. De aquella podrían da fe los que aun yacen en sepulturas sin nombre, peor aún, sepultados en las cunetas de la deshonra en esta historia interminable.
El protagonista de de esta novela, quizás por temor a represalias huyó al monte cuando las milicias del general Franco entraron en la ciudad de Oviedo donde fue condenado al paredón tras un paseo infame el rector de la Universidad Leopoldo Alas, hijo del escritor de una de las obras cumbre de nuestra Literatura “la Regenta” Y fue cuando el Roxu, capturado por las tropas afines, penó en distintas cárceles para una vez absuelto retornar a su pueblo como un “perdedor” más.
Un libro a caballo entre la novela y la Historia, y que a mi modo de ver debería formar parte de las bibliotecas de las escuelas para que de esta forma algo similar no volviera a ocurrir, allí donde la batalla se concentra entre hermanos contra hermanos y donde todos salen perdedores y quienes las ganan ostentan de forma brutal el poder, que en este caso duraría más de 40 años, con la consiguiente postguerra que nos marcó-a unos más que a otros-.
Un relato ameno, que quiere ir parejo de la historia y la ficción, pero siempre sujeto al rigor de aquellos duros años donde se imponía la miseria, el desprecio para quienes regresaban humillados a su pueblo y la dura realidad de la postguerra donde los vencedores aplicaron con excesiva crueldad el castigo a los que un día entregaron sus vidas por una causa noble.
El relato por tanto de la cruda realidad de los perdedores, hijos del oprobio que hubieron de vivir sus penosas vidas con juegos y costumbres que hoy pasan sin que se conozcan. Niños del aro, el hambre y la gancheta retorcida en las fraguas de la postguerra, juegos a la peonza y de canicas, el cascayu. Chavales en embrión de la postguera que corrían tras las varas desprendidas de los cohetes en las fiestas de los pobres aldeanos provistos de alpargatas de esparto teñidas de blanco España a los sones de alborada de gaita y tambor.
El relato de la novela transcurre en las parroquias periféricas de la capital del Principado e incluye personajes de ficción y reales, aquel submundo que emergió tras la guerra civil y aún antes, en la revolución de 1.934, cuyos protagonistas asediaron la ciudad donde un grupo de defensores dieron su vida por defender el patrimonio de un lugar, una región que es Asturias.
Pero acaso lo peor estaba por llegar porque lo que vino a continuación y que también forma parte de esta novela, se asemeja bastante a lo que ahora mismo acontece  en las ciudades sirias e iraquíes donde día tras día resuena la metralla y las bombas y donde fallecen tantos sin sentido tratando de hallar entre las ruinas un pedazo de pan entre los escombros.
Esos grupos de refugiados que llegan a nuestras costas para huir de la guerra no son tan distintos a aquellos que emprendieron el camino del exilio como sucedió en aquellos oscuros años en toda España.
No busquen otra cosa más allá del- en ocasiones- crudo relato, visto con ojos de un niño que oía de su viejo amigo historias de un perdedor desde la trastienda de un destartalado taller de carpintería donde terminó sus días el protagonista de “Lápiz de trazo grueso” Aquel infante que se inició en la lectura, ojeando a ratos el diario LNE que traía un barbero rengo desde Oviedo a este suburbio de la capital.
Constante que si se llamaba el fígaro, acudía a diario para rapar el pelo y afeitar la barba de los trabajadores de la Renfe y la Vasco Asturiana y a los trabajadores de una de las principales empresas asentadas a las afueras de la capital, la Unión Española de Explosivos.
Bajo el humo amarillo del ácido sulfúrico que desprendían aquellas chimeneas, nació el escribiente autor de este relato, en esas parroquias circundantes de la capital que tienen nombres propios y que hoy forman solo un mojón en el camino hacia Madrid y que en parte se llevó el tiempo. Toponímicos escritos a cincel, con duro esfuerzo para resistir los embates de la postguerra, tales  como El Caleyu, Latores, Soto de ribera, Palomar, Fuso la Reina/ Puerto, La Manjoya…en fin aquellos lugares que forman parte del relato.
Yo soy hijo y nieto de esa gleba de perdedores que asentaron sus vidas en ese entorno, aquellos que el poder arrinconó en ese tramo de la historia. Más como leerán quienes accedan a este libro verán que no hay rencor en estas líneas escritas solo para dar testimonio de la pobreza y el deshonor al que se vieron sumidas personas que por sus ideales y que en su mayoría hubieron de sufrir prisión y castigo por parte de quienes se alzaron con el poder de forma ignominiosa.
Tomen buena nota por tanto quienes se acerquen a este libro, háganlo sin ninguna doble intención en nombre de aquellos que en nombre de Dios o Alaá siembran de luto pueblos y campos, ciudades enteras y en este sentido tengan un recuerdo para los que aun yacen en las cunetas del destino. Sirva por epitafio que en estas guerras siempre pierden los mismos, es decir: los pobres y desheredados. 
A la hora prima que precisa de aplicar en todo su contenido los principios morales en la aplicación de la Memoria Histórica que exige recuperar esos cuerpos que yacen sin nombre ni fecha y aún esperan justicia a la vera del camino. Si este libro sirve para denunciar aquellos desmanes y recuperar su memoria bienvenido sea.
No he pretendido con ello reavivar otro debate que no sea el de denunciar la dura y abnegada vida de los perdedores y sus familias en una de las cuales vine a nacer por esas casualidades del destino.
En esa hora de poner punto y seguido a este relato sirva como homenaje recordar simbólicamente a dos personajes que como muchos otros muchos fueron asesinados en aquellos turbios años, entregando sus vidas sesgadas al borde de un sendero, tras una tapia  por aquellos que se declararon vencedores: El rector de esta Universidad de Oviedo Leopoldo Alas Clarin y el poeta granaíno, andaluz, Federico García Lorca. En su recuerdo escribí este libro, desde la otra memoria colectiva, la de un niño que creció a la alargada sombra negra de la postguerra.
 Por ultimo; espero que disfruten con su lectura, igual al menos de lo que yo he disfrutado al escribirlo." - Avelino López Díaz -
 

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3 comentarios:

  1. Avelino quiero darte a conocer distintos textos que he incluido en mi blog "Palabras de Arturo".

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    Respuestas
    1. Gracias Arturo, sin duda todos interesantes .Los leeré.

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    2. Gracias Arturo, sin duda todos interesantes .Los leeré.

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