martes, 23 de septiembre de 2014

LA LEYENDA DEL CAPÀDOR


"LA LEYENDA Rural DEL "CAPADOR"

 Aquel personaje popular recorría los pueblos para capar los gorrinos y de esa forma prepararlos para el engorde.



Cuarenta años después de la transición y el desarrollismo franquista el país aún no ha digerido la filosofía impuesta por los ministros del anterior régimen y el poder los banqueros. Sumidos en un océano de dudas asistimos al penúltimo intento de que pueblo tome cartas en el asunto.
Aún seguimos preguntándonos de manera inexorable: ¿Quiénes son ellos para manejar nuestras vidas y destinos?
Un rito que tiene mucho que ver con nuestras vidas y costumbres en la España de postguerra. La leyenda del "capador" y el matarife.

Y así nace y se desarrolla “La leyenda del capador” aquel personaje mítico e indispensable para las tareas domésticas, un personaje  entre sinistro y necesario que cruzaba la tarde  por la taberna del pueblo entre ufano y mandón a la espera de entrar en la “corte” para operar en la cirugía para que estaba preparado: Capar al gorrino, con la esperanza de que este engorde y crezca más vigoroso y luzca sus mejores carnes hacia su destino final de  la matanza, el “san martín”.
Para los aldeanos suponía todo un espectáculo verlo regresar por el otoño, circulando siniestro  por las aldeas y quintanas, casi siempre al atardecer con sus trastos de capar en una bolsa y una colilla entre los labios.
 
La matanza y el "desarrollismo"inseparables en la España de la "hambruna".
Antes de entrar en acción como presintiendo su presencia, el cerdo y por toda la quintana se oían los gritos lastimeros del animal, cuando el capador pre inicia su faena. Para lo más pequeños este ritual popular, constituía  un espectáculo inolvidable que nadie quería perderse.

El producto del mondongo encapsulado en  morcillas y chorizos preparados para la curación.
La destreza del capador y sus cuchillas, suponía apuestas entre los vecinos ya que cada cual tenía su ídolo entre los especialistas en cortar los “cojones” del animal. El cerdo es para los aldeanos despasado siglo, un animal  totémica que causa admiración entre las gentes y el ritual para el sacrifico que parece ser el lugar que ocupa en nuestras particular dieta  para extraer de su cuerpo los lustrosos jamones, tocinos y mondongo antes de que llegue el día más esperado por todos :La matanza.
Esta era la marca "Espàña" en aquellos años del desarrollismo el hambre y el marrano presto para el sacrificio.

Tanto espectáculo no dejaba indiferentes a ricos y pobres y en el participa todos en comunión solidaria, en sextaferia popular. Ya de madrugada como anunciando su muerte chilla en el corral el animal destinado a este fin. En un lugar apartado del patio de la vecindad se prepara un bidón de deshecho con la hoja de lata preparada al efecto. Uno de los ayudantes de matarife, generalmente vecino del pueblo, no olvidará reservar un corte de “adobo” para el capador con contraprestación por su servicio, mientras enciende el fuego de madera de roble bajo el bidón cargado de agua. Todo preparado pues para una vez en ebullición el agua poder ahumar las morcillas y chorizos en la trastienda del galpón.

gorrino.jpg (22693 bytes)  Información y álbumes de fotos de la Matanza del Gorrino
Estampas de un tiempo que se fue hacia otros lugares donde el gorrino da de comer al pueblo.

En un aparte de la corte donde será colgada la res tras el sacrificio, el gorrino aun exangüe protesta contra los protagonistas de la matanza, mientras estos toman café de pucho con “pin garatas” de anís y coñá o ambas cosas mezcladas al gusto del interviniente. Una última chupada al “pucho” del cigarro y el espectáculo anuncia con esta sesión, la llegada del otoño, cuando las primeras nieves aparecen en las cumbres de  los picos, con su manto blanco, aportando el frío indispensable para curar “curar” debidamente los embutidos que salen de la manguera donde laboran las mujeres el mondongo. El gorrino ya está presto para el despiece.
Ya el especialista da la última prueba a los cuchillos antes de comenzar la faena. Los mas diestros acuden a la pocilga donde entre grandes alaridos el anima se niega a abandonar el habitáculo porque sabe o intuye que está próximo su fin.
Una suerte de muerte anunciada que a unos distrae y a la mayoría ven en ella el necesario alimento para todo el año.
Familia de Martín Yuste - álbumes de fotos de la Matanza del Gorrino
Esta representación celebrada en el pueblo manchego de Madridejos,  deja bien a las claras como se celebraba la faena.
En un aparte del corral se prepara la “masera” donde se desangrara convenientemente al animal antes de colgarlo por las patas traseras en las vigas de la corte. Comienza el despiece del interior del cuerpo de la bestia. Allí las mujeres maceran el revuelto de sangre para añadir al mondongo. Somos por tanto un país de matanza cuando en otras latitudes esta prohibida esta liturgia, porque simplemente no comen carne del “jalufo”. Eso nos separa y acaso no otra cosa de árabes y magrebíes.  Aquí se “capa” al gorrino para que engorde, allí se “capa” al hombre para que se prolongue su pene y así de más placer a la hembra.
con Kubala
El, Serrat, cantó como nadie lo de "capar al cochino para que engorde"lo celebra con nuestro admirado común : el Kubala.

Una lección de vida pues que es la muerte  y la cohexistencia. Mi admirado amigo y colega el Serrat, lo dice en palabras escogidas y escondidas de su repertorio:”!Ay! utopía, cabalgadura, que nos vuelve gigantes en miniatura” Mucha filosofía popular  encierran estas palabras vertidas al socaire de canciones y melodía que inundan los diales de las emisoras de radio.
Cuando de lo que se trata aquí es de “capar” al gorrino para que engorde y esa faena solo la puede hacer “como es debido” un especialista: el “capador” que regresa a su casa al anochecer una vez cumplida su faena con más vino de la cuenta a su heredad satisfecho del deber cumplido, silbando una canción.
Ellos; los matarifes, eran los más diestros en el manejo de los cuchillos listos para la matanza.
En este país siempre hemos “capado” al gorrino para darle engorde y subir en la estima y el precio a este animal que ha convivido entre pocilgas nuestra propia vida y aventura vital que se hace historia en la aldea. Este mondongo dio de comer a generaciones enteras de españoles entre estraperlos y planes de racionamiento. “El hombre por el hambre salvaje envilecido, brutalmente explotado y el cerdo presto para el cocido de morcillas chorizos, costillas y jamones. Un rito tan español como el sol y los toros, en un ritual morboso y necesario y muchas veces simplemente por el placer de darle caza al animal.
“El capador” simplemente era un oficio más, profesional y necesario para las necesidades de los aldeanos que criaban estos animales para el engorde y posterior sacrificio. Ya cuelgan sus restos en el corralón. Ahora que los americanos y europeos del norte han comenzado a apreciar estas carnes sabrosas para surtir sus barbacoas, no sin  antes tomarse una tapita de jamón de bellota, lustrada con aceite de arbequina.

 
El cerdo básico en el menú de los españoles de la postguerra y aquellas escuelas donde aprendimos a recoger los sobrantes de la matanza y mitigar la hambruna

Así era nuestra España, nuestra, donde los paisanos vestidos de domingo con alpargatas tintadas de “blancoespaña” donde ya no pueden organizar las populares matanzas porque la autoridad lo prohíbe. Serán los fríos e insensibles mataderos profesionales los que se encarguen de este ritual aplicando electrodos al animal hasta que este caiga rendido entre sollozos en el duro asfalto del matadero.
Aprendamos pues de este ejemplo de vida y muerte, cuando se nos exige para entrar en la lección de vida, cuando desde el poder se vigila al aldeano para cumplir con el ritual de vida y muerte.





  Estas y otras costumbres de mi niñez compartida me cuentan esti paisanu: Pepe el "marmolista" y mi alter ego: Al Serrat. Sabiduría y etnografía popular de una misma tacada.

“Recuerdas Velino cuando todo era un festín el día de matanza. Los guajes como tu merodeaban por la cuadra para ver si soltaban algún excedentes económico los paisanos incursos en faena y poder comprar golosinas en el bar mixto del pueblo”me comenta Pepe el marmolista que ayudó muchas veces al ritual. Mientras y a prudente distancia, como para no salpicarse con la sangre del gorrino, los más pudientes observan la escena anotando en un viejo papel de libreta cuento de lo que van a percibir por la venta del mondongo.
  Modesto Pérez, junto al molino harinero que instaló en Meredo.

útiles para el buen "capador". Modesto, vecino del pueblo de Meredo fue de los mejores después instaló un mazo molinero en su heredad.
A lo lejos se difumina la figura del “capador, intermediario entre estas suerte de muerte y vida del animal sacrificado en la heredad.
Galopando en su destino se ve alejarse a lomos de un caballo bayo, impasible y soñador 


***artículo homenaje al "Museo de la matanza" del pueblo manchego de Madridejos con la figura imprescindible del "capador"

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