lunes, 13 de abril de 2015

ASTURIAS SE TIÑE DE BOLLYWOD



"ASTURIAS SE TIÑE DE BOLLYWOD"

La región se une al resto de las comunidades españolas donde por medio de la danza y los ritos hindús, organizan festivales que celebran la llegada de la primavera en la comunidad indo árabe.

El Festival "Holi" de Barcelona reunió a miles de danzantes en torno a este rito que ahora es un crisol de culturas, colores, música y danza reunidos en la moda que se trae: el cine Bollywod.

 
Estas y otras actividades donde destacan las danzas indo árabes se funden en un abrazo multi racial en la Sala "Annapurna" de Oviedo. Un homenaje más el cine de Bollywod
Al igual que la plataforma fílmica hindú oriental de Bombay,Maharashtra, la India, Bollywod  que forman parte ya de en  nuestras vidas por medio del celuloide, tratando de influir en estos nuevos conceptos colonizadores, culturales, allí  de donde surge la danza y sus distintas y misteriosas manifestaciones, son su iconoclasta mensaje procedente de esos lugares remotos, desde el Tibet a El Cairo. Oviedo tiene su referente de esa cultura en el Restaurant "El Annapurna", un local situado en la calle Jovellanos de la ciudad. Allí donde se juntan en la noche la danza, la magia y el misterio, con la cultura de los antiguos vestigios extramuros de la ciudad milenaria.

Ella María Jaimez, es una de las bailarinas asturianas más entroncadas con los ritos descritos por el poeta Tagore. Inundan las noches de la ciudad de Oviedo que se suma así al resto del país
Así recorren la pasarela del orbe occidental estas jóvenes danzarinas occidentales, reconquistando nuestros sentimientos ignotos, nuestros corazones dormidos y placeres por medio de la danza, como si de una nueva versión de las “mil y una noches” se tratara.
Porque "no solo de danza vive el hombre" el restaurant Annapaurna ofrece deliciosos platos cocinados a la manera hindú y caldos de esos países para los clientes que asisten al espectáculo
Un establecimiento donde se mezcla la gastronomía, el arte milenario, ha abierto sus puertas en la ciudad Vetusta. La danza se adueña de estas noches cargadas de mística y poesía oriental, escondida tras velos misteriosos donde se refugian los cuerpos adolescentes de jóvenes danzarinas. El conocido por restaurante El Anapurna en Oviedo, obra el milagro todos los fines de semana. Allí ofician como desde que el mundo es mundo, este refugio para menestrales y ejecutivos que ven en estas manifestaciones una nueva cultura milenaria,  entre recetas que llevan nombres exóticos y ganan adeptos al kebab y las salsas con sabores picantes para aderezar  con plantas desconocidas la recetas.

Una noche de fin de año en que me perdí por la ciudad me la encontré a ella: Elena Benavente, quien supo influir sobre mi esta cultura milenaria que ahora inunda nuestras ciudades.
Aquella era la noche de fin de año cuando entré en aquel bar con hechuras de restaurante convencional, periférico, sombrío, con olor a mar. Llevaba la noche en los ojos en mi condición de apóstata de la fe. Nada me decía por tanto la efemérides  que para los cristianos y los no creyentes representa algo más que una fecha en el calendario, el fin del centenario que los chinos celebran meses después.
Cristo ya había nacido y los seguidores del “rey de los judíos” seguían celebrando con cava esa fecha, como si tal cosa, ese misterio del que echaron manos a lo largo de dos mil años.
Y entonces entro ella, aquella mujer que llevaba nombre místico: Elena. Venía inundando el paisaje de su presencia y como soy buen conversador me dejé arrastrar por su prestancia, su conversación  y su sonrisa. Iba ataviada de hurí con prendas y pañuelos de seda la cuello y un quepis a modo de sombrero que le cubría el cabello. Así me deje llevar por su conversación y nos ofrecimos ambos nombres para la agenda personal, el guasap. Nacería de aquel encuentro una amistad imperecedera, solo interrumpida en el  prudente tiempo transcurrido para descubrir después, su pasión desnuda, natural por la danza y sus distintas variantes.

En aquella noche de Fin de Año del Restaurant El Mariñan, nació en nosotros una buena amistad que contribuyó a darle otro sentido a nuestras vidas. Elena y Guillermo obraron este "milagro"
Hoy que el destino nos ha vuelto a encontrar se más que esta afición es para ella  una pasión, cuando danza al son de la música de flautas se adueña de su corazón, donde late  en forma de cobra en esos giros y volteretas como la que ofrecen los derviches hasta entra en éxtasis en los campamentos  del Atlas beberebe. Sigue esta mujer los ritos de una danza medio milenaria, desnuda en permanente atención  hacia los giros y volteretas de sus pupilas que siguen la estela de sus mayores.
Y hay detrás de cada movimiento pendular una danza que dicen de “el vientre” pero que es algo más. “Todo comenzó como por una casualidad pergeñada por el destino arrebatador que rige nuestras vidas” dice. La danza en sus distintas expresiones ofrecida al interés de la noche y sus misterios.
Ayer, que pudo ser el anteayer de nuestras vidas, quedamos citados en ese lugar que lleva nombre y fechas de las altas cumbres nevadas, el Anapurna. Llegué, por una vez, temprano a esta cita con la historia. El local llevaba olores a incienso, mirra y sabores agrios de recetas desconocidas. El  establecimiento ofrecía confianza, gusto refinado pese a la modestia, parecía idóneo para un buen plato para esta película que ahora paso a relatar.

Carmen Fanjul es una de las bailarinas asturianas que entroniza con la danza de esos países. Tiene ilusión por bailar un día en Bombay, El Cairo y otras ciudades donde esas danzas son cultura milenaria.
Aquella joven se me presentó en sociedad como para entretener la espera. Llevaba nombre y maneras de danza: Carmen Fanjul quien con apenas 19 años ya es una consumada bailarina que hace las delicias del público asistente: “Tu eres el periodista amigo de Elena ¿verdad?” dijo a modo de presentación. El local rezumaba acontecimiento artístico.
Un fotógrafo Norber, inmortalizaba todo lo que acontecía en el improvisado escenario, donde otras jóvenes y niñas danzan y danzan en vaivén similar al de aquellas peonzas desenredadas de nuestra niñez, Así hasta la medianoche, para el gusto de los comensales donde se ven muchos naturales de esas latitudes y ejecutivos y menestrales que gozan del espectáculo.
Carmen Fanjul, "desnuda" algunas de las partes de su cuerpo púdico e inicia una danza inverosímil. Su cara, su gesto dulce, se trasluce y sacude, dejándose llevar por compás de una música que es algo más que eso. Su hermoso cuerpo se contorsiona y envuelve cuando el ritmo crece y decrece ante nuestros ojos atónitos, deslumbrados, dando las vueltas y más vueltas. Pocos pueden seguir degustando esos platos exóticos mientras ella danza al son que le marca el disco. Esta noche es por tanto más que una noche cualquiera, es la representación en vivo de escenas que ahora se hacen famosas desde que el fenómeno Bollywod presente en los medios de todo el mundo ya forma parte de nuestras vidas.


El publico asistente sigue las evoluciones de las bailarinas que dan un nuevo sentido a las "mil y una noches" de la ciudad. Oviedo se suma así al resto del mundo por medio de estas culturas.
Una sonrisa de felicidad que parte de Carmen, contagia a la asistencia. En esto pido una "Cobra" que es la cerveza  que "pega"de calidad, en la barra donde esperan muchas otras personas para ocupar mesa. La noche de Oviedo se inunda de un rayo de arte puro, cuando ella contorsiona el cuerpo y las mini faldas repletas de arte. Resulta algo increíble que una representación de este calibre ocurra unas latitudes acostumbradas al dance music de las Beyoncé, Madonna etc.
Esta noche de reencuentro soy todo oídos y, todo cháchara. Elena se muestra fascinada por el aprendizaje de sus “hijas de la danza” y entona al techo del lugar un redoble de lengua batiente, un grito de amor y pena como hacen las mujeres del medio oriente. Carmen agradece los aplausos del personal y lleva en su memoria el deseo de bailar algún día en uno de esos lugares de El Cairo o Madrás o en el lejano Oriente de  Maharashtra...la India en suma . Más unas esperan el turno y no es cuestión de seguir. Se va pero presenta antes de hacerlo a dos amigas que no proceden de un país asiático, hindú, árabe, sino de Gijón y otras localidades asturianas.
Decididamente la danza de esas culturas se impone en territorios en los que no se conoce apenas su manifestación. Ese baile que habla de vida, muerte, bodas y bautizos. Ya en algunas escenas de la Biblia, Se habla también de estas mujeres que encandilaban a los mercaderes del turbante tuareg, esos que llevan en la mirada los ojos y las estrellas azules del desierto, cuando pernoctan  en los oasis donde hacen una pausa en el camino para seguir la danza de sus ancestros. Pues lo que aquí se representa en vivo es una versión de aquel otro tiempo cuando Marco Polo intercambiaba por otros presentes esas prendas que hoy visten estas bailarinas en la conocida por: “ruta de la seda”.

 
En este improvisado escenario danzan jóvenes y mayores esas danzas que son un rito para la cultura que nos viene por medio del cine de Bollywod. "Annapaurna" obra cada noche este milagro.
De ese material son las prendas y tules que lucen esta noche las bailarinas que nos ofrecen sus bailes generosos, milenarios, acompañadas de música monocorde como se precisa para estos ritos donde se advierte la libertad y el sufrimiento de los pueblos, y sus culturas.
“Las personas que me ven bailar me animan, algo que vengo practicando desde los nueve años cuando me atrajo este arte y sus misterios. Espero que algún día pueda hacerlo en esos países de donde procede”. De lo que no hay duda es que ella será-ya lo es- una buena actriz en un palto de Bombay o El Cairo.

Las jóvenes asturian@s de ambos sexos se dejan influenciar por esta cultura que representa la oportunidad de entroncar con otras culturas milenarias por medio de la danza. Esta es una buena muestra
Sigue el crepitar del rancho elaborado por manos maestras de reposteros de esos países. Se advierte la amabilidad la nobleza en su mirada y en los gestos de los regentes de este negocio implantado muy cerca de donde pasan los antiguos muros de la ciudad. Y hay entran en escena dos niñas melladas aún a las que no les han brotado nuevos dientes: Sara que lleva el velo de color verde y Nür, violado. Ambas parecen dos consumadas profesionales de la danza cuando solo llevan unos meses en el escenario.
Esto no tiene pausa y ya desfila por el escenario otra joven profesional: la gijonesa María Jaínez, quien con apenas 19 años muestra aires de diva cuando contorsiona el cuerpo al ritmo que marca la música “enlatada” entre aplausos y vítores. Elena me anima a sentarme a su lado para que siga el espectáculo. Me dejo arrastrar por la corriente. “Es cuestión de acostumbrarse, dejarse llevar”. A su lado un grupo de amigos y su marido Guillermo disfrutan también.”Vine aquí, al mundo de la danza  como por casualidad y ahora la danza esta metida en nuestra forma de ser. Despeja lo que de bueno llevamos dentro y ayuda a disciplinarse en la vida”. Dice.
El baile que imprimen estas chicas y chicos recuerda la contorsión de la cobra cuando surge del cesto al son de la flauta que la excita en una danza cargada de magia y misterio. El Anapurna se deja llevar de ese misterio de danza y no soporta el vaho que se ve reflejado en los ventanales. Desde la cocina alguien vocifera las comandas de los platos sugeridos y hay un halo de misterio que lo envuelve e impregna todo este espectáculo de música y color que llena la noche de magia y ensueño.

Ella forma parte del cartel habitual en este lugar: El Annapurna, donde se dan cita decenas de comensales,agradecidos espectadores de una noche especial cargada de misterio y embrujo de la ciudad
Todo porque un día de la Noche Vieja me dejé "caer" en aquel bar de medio pelo para encontrarme-cosas del destino- con ella: la reina de la noche y la danza cuando yo solo trataba aquel día de de que pasara la noche lo más pronto posible. A falta de una compañera que danzara en mi habitación la danzadel vientre con siete velos o más. Si no me encuentran a tiempo, no busquen más: andaré por el Annapurna entre danza y misterio, un local que es algo más que un restauran al uso en la noche de la ciudad.


Estas y otras actividades se funden en un abrazo en la sala restaurant "El Annapaurna"en torno a deliciosos kebats y sabrosas cervezas "Cobra"















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